¿Las gárgolas son demonios?

Iniciamos el estudio de una de las figuras más fascinantes que decoran las gárgolas. Se trata del demonio, imagen predominante en las gárgolas de iglesias y catedrales, y que también vemos en ocasiones en las de algunos edificios de la arquitectura civil.

Ya hablamos del significado del demonio cuando tratamos sobre la simbología, y hoy veremos en esta primera entrada dedicada a la iconografía del diablo, algunas características que posee la figura del demonio, rasgos que se repiten en la gran mayoría de las gárgolas.

La representación del diablo adopta múltiples apariencias. Hay una gran variedad de formas, debido sin duda a que la fealdad, característica ligada al diablo, ofrece muchas más posibilidades al artista que la belleza. Rebold Benton nos dice que la diversidad de formas demoníacas podría estar relacionada con la habilidad del diablo para metamorfosearse.

Una de las representaciones más comunes del demonio es el macho cabrío, asociado al diablo, al mal y a la lujuria. Su simbolismo se remonta a la Antigüedad clásica con las figuras de Pan y Sileno, sátiros lujuriosos, mitad hombre y mitad cabra, provistos de orejas puntiagudas, gran falo, perilla, cola de cabra, pezuñas, cuernos y pelo en la parte inferior del cuerpo. Rasgos todos que pasarán a la iconografía del diablo.

 

 

Aparte de los rasgos del demonio ya conocidos como los cuernos, cola, alas u orejas puntiagudas, también podemos ver en las gárgolas otras características como una gran boca deforme, a veces con enormes dientes o colmillos, tráqueas marcadas, crestas, cabello desgreñado o en forma de llamas, protuberancias y colgajos, garras o tenazas, dobles pezuñas, pupilas verticales, perilla, facciones fantasmales y expresiones terroríficas, entre otras.

 

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Casa de las Conchas (Salamanca).

 

Entre los rasgos mencionados anteriormente, destacamos las alas, elemento vinculado al demonio, aunque también puede aparecer sin ellas, ya que nos sugiere la idea de ángel caído. Desde el siglo IX al XIII, el demonio se representa con alas de plumas como los ángeles, aunque más oscuras y cortas. Y hacia el siglo XIV se empieza a ver un demonio con alas de murciélago, como lo describe Dante en su Infierno.

 

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Catedral de St. Michel en Carcassonne (Francia).

 

Abundan las gárgolas con demonios antropomorfos, algo normal teniendo en cuenta la idea de ángel caído, sobre todo con cabeza o rostro humano. La variedad es inmensa y algunas gárgolas son verdaderamente tremendas y estremecedoras. A veces, vemos cabellos en forma de llamas y despeinado, imagen de bestialidad, salvajismo y poder que ya aparece en el arte clásico. Algunos autores opinan que estas imágenes provienen de las cabelleras grasientas y desaliñadas de los bárbaros.

 

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Lonja de Valencia.

 

También podemos ver algunas gárgolas de demonios portando objetos. El más habitual es la estaca. Inicialmente, el atributo del demonio era el tridente y después se sustituyó por la rebañadera o garfio de tenedor, un instrumento utilizado en la tortura de criminales y herejes. Así, en algunas gárgolas vemos una especie de vara, seguramente haciendo alusión a esta rebañadera que se usaba en las cámaras de tortura y con el que se golpeaba a los criminales desnudos por las calles, algo de lo que probablemente fueron testigos los artistas y plasmaron en las representaciones artísticas, como en los juicios finales medievales.

 

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Catedral de Salamanca.

 

Asimismo, algunos demonios van acompañados de pequeñas criaturas maléficas, o también los podemos ver sujetando o pisoteando cabezas o figuras humanas, posiblemente pecadores, simbolizando en muchas ocasiones la lucha entre el bien y el mal.

 

 

La combinación de formas es inmensa, y hemos visto gárgolas con demonios soberbios, esculpidos por magníficos artistas que plasmaron en ellos toda su fantasía e imaginación.

 

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Catedral de Burgos.

 

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Catedral de Burgos.

 

 

Bibliografía consultada

LINK, L., El Diablo. Una máscara sin rostro, Madrid, Editorial Síntesis, S. A., 2002.

REBOLD BENTON, J., Holy Terrors. Gargoyles on medieval buildings, New York, Abbeville Press, 1997.

 

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