A muchos de nosotros las gárgolas nos atraen y nos fascinan. Sus figuras monstruosas, terroríficas, bellas o feas nos asombran y provocan curiosidad. Pero las gárgolas no son sólo iconografía y funcionalidad. Hay algo que está ahí, vivo porque cambia con el tiempo, algo que se fusiona con la mano del escultor y que nos habla a través de los años y los siglos.
En la entrada de hoy vamos a hablar de la piedra.
El lenguaje de la piedra
Aunque hay gárgolas realizadas en otros materiales como cerámica, madera o metal, el material más empleado es la piedra por su resistencia al agua y a los rigores del clima.
Generalmente, se suele recurrir a la piedra local para la construcción de la mayor parte de los edificios de una ciudad, siempre y cuando ofrezca un mínimo de calidad para su uso, como ocurre en Zamora con su arenisca local, o en Salamanca con la de Villamayor. Williamson confirma que, cuando los fieles se acercaban a las catedrales, se daban cuenta de que la escultura articulaba la arquitectura, como nos ocurre también hoy en día, y que la piedra franca que se utilizaba para la escultura arquitectónica era generalmente la misma que la del resto del edificio. Esto se aplica a las gárgolas, ya que, en la mayoría de los casos, se esculpen con la piedra empleada para el edificio donde están ubicadas.
Los tipos de piedra más empleados son la arenisca, la caliza y el granito. En mis años de estudio sobre las gárgolas de las catedrales de Castilla y León, pude conocer algunas propiedades interesantes de las piedras utilizadas para esculpir las gárgolas, gracias a las obras de los autores que aparecen al final, en la bibliografía consultada. Aquí tenéis algunas características de ellas.
La arenisca de Villamayor, de la catedral de Salamanca, es de grano fino en su mayor parte y de tonos ocres pálidos con manchas y vetas rojizas más oscuras. Es un material muy blando que permite fácilmente cualquier trabajo, adquiriendo dureza con la pérdida de humedad y el paso del tiempo.
Catedral de Salamanca
En la catedral de Ávila y otros monumentos de esta ciudad, las piedras más empleadas son tres variedades graníticas. La primera es el granito gris Ávila, compuesto fundamentalmente por cuarzo, feldespatos, micas y clorita, con valores muy bajos de porosidad, absorción de agua, permeabilidad al vapor y elevada resistencia mecánica, características de un granito de buena calidad. La segunda es el granito ocre (Caleño), con valores elevados de porosidad y permeabilidad y baja resistencia mecánica. Además de cuarzo, restos de feldespatos y micas dioctaédricas, posee en su composición silicatos laminares y oxihidróxidos de hierro. Tiene características ornamentales importantes (color, facilidad de labra) y se ha utilizado mucho a lo largo de la historia en la construcción de los edificios nobles de Ávila (catedral, San Vicente, etc.). Y la tercera es la piedra sangrante, con valores de porosidad y resistencia intermedios entre los de las anteriores y en la cual, durante el proceso de alteración de la piedra, se produce una redistribución de óxidos de hierro que da lugar a la aparición de partes rojas y blancas que la hace muy decorativa. Tiene abundante ópalo en su composición. En la catedral se han utilizado las distintas variedades según las épocas de construcción y las restauraciones, y también según la resistencia y características estéticas de las mismas. En reposiciones se ha utilizado de forma casi generalizada la gris, debido probablemente a su mayor resistencia al deterioro.
La piedra más utilizada para esculpir gárgolas es la caliza, una roca carbonatada de origen sedimentario, compuesta por precipitados de carbonatos y partículas carbonatadas y de otra naturaleza. Una piedra de una gran calidad para la construcción y talla, con facilidad de corte por su baja abrasividad, lo que permite grandes posibilidades creativas.
Como vemos, el tipo de piedra es fundamental a la hora de tallar las gárgolas. Al estar estas esculturas en el exterior, a la intemperie, la piedra sufre transformaciones inevitables: cambios de color, roturas, resquebrajamientos, erosión, etc. Estas alteraciones, como hemos dicho anteriormente, convierten a la gárgola en una materia “viva”, ya que van sufriendo un cambio, una metamorfosis.
Veamos ahora qué ocurre con el bloque de piedra al que se enfrenta el escultor. Es el momento de dar forma a la gárgola que finalmente va a surgir de la labra de estos maestros y, dependiendo de la época, la forma de la figura destinada a decorar esa gárgola y su temática variarán.
Como ya vimos en su día, aunque la gárgola gótica aparece, según Viollet-le-Duc, hacia 1220 en la catedral francesa de Laon, sabemos que existieron gárgolas desde la Antigüedad. Generalmente eran pequeñas, consistentes en cabezas, sobre todo de león, como vemos en algunos ejemplos de la Grecia clásica.
En la Edad Media, la forma y el tipo de labra de las gárgolas nos transmiten importante información sobre la cronología de las mismas. Diversos autores (Morales Baena, Rebold Benton, Viollet-le-Duc) nos hablan de la evolución de éstas. En general, las gárgolas más antiguas (románicas y primer gótico) son cortas, robustas y de labra tosca. Son esquemáticas, en la mayoría de los casos cabezas o bustos, y suelen representar animales. Como vemos, esta iconografía es similar a las gárgolas del mundo clásico que hemos visto anteriormente.
Posteriormente, las figuras se van haciendo más esbeltas y alargadas, apoyándose en ménsulas de sujeción para poder sobresalir de los muros y así lanzar el agua lo más lejos posible. Se representan animales reales, humanos, híbridos, animales fantásticos y demonios de aspecto grotesco. A finales del siglo XIII, las figuras comienzan a ser más exageradas y caricaturescas. La labra es ahora más fina y detallista. También Viollet-le-Duc dice que estas gárgolas más largas y delgadas, en las que se reemplazará a menudo la figura animal por la humana, se verán durante el siglo XIV; y en el XV se afinan aún más y adquieren un aspecto más feroz, con figuras poderosas y esculpidas con un gran detallismo, propio de manos expertas. Hemos de añadir que también adquieren más expresividad y dinamismo.
Aunque todas ellas son magníficas y reflejo de épocas diferentes, he de confesar mi predilección por esas gárgolas alargadas, estilizadas y con criaturas sorprendentes y labradas con gran detallismo. Contemplarlas desde la vía pública, pero sobre todo desde los tejados, es indescriptible. Algunas son tan esbeltas y de tal longitud que parece que se van a echar a volar.
En los primeros años del Renacimiento se verán aún gárgolas que conservan el estilo de las góticas del siglo XV. Pero, hacia la segunda mitad del siglo XVI, los escultores rechazarán las formas góticas y, salvo pocas excepciones, se quedarán en simples tubos o caños geométricos, algo que continuará en el barroco.
Catedral de Ávila
Como siempre decimos, el trabajo de campo nos permite constatar que la piedra habla y que nos desvela a través de la forma, la textura, el desgaste, el estilo o la propia figura, una época con sus modalidades artísticas, su talante y sus maneras de pensar y vivir. Contemplar y observar las gárgolas de cerca: cada una de sus partes, cada gesto, cada resquebrajadura, cada forma y color de la piedra en constante cambio, es un auténtico y maravilloso aprendizaje para los amantes de las gárgolas.
Bibliografía consultada
GARCÍA DE LOS RÍOS COBO, J. I. y BÁEZ MEZQUITA, J. M., La piedra en Castilla y León, Valladolid, Junta de Castilla y León. Consejería de Economía y Hacienda. Dirección General de Industria, Energía y Minas, 1994.
MORALES BAENA, A. M., Las gárgolas del claustro del monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo, Tesis inédita dirigida por M. Prieto Prieto, Departamento de Pintura-Restauración. Facultad de Bellas Artes. Universidad Complutense de Madrid, 1994 (leída en 1995).
REBOLD BENTON, J., Holy Terrors. Gargoyles on medieval buildings, New York, Abbeville Press, 1997.
VICENTE, M. A., MOLINA, E. y RIVES, V., “Piedras ornamentales en las catedrales de Ávila y Salamanca: Naturaleza y comportamiento” en A. Sancho Campo (director), Las Catedrales de España. Jornadas técnicas de conservadores de las catedrales. Alcalá de Henares, 6 y 7 de noviembre de 1998, Máster de Restauración y Rehabilitación del Patrimonio. Cuadernos Temáticos del Patrimonio nº 2, Alcalá de Henares, Conferencia Episcopal Española. Instituto Español de Arquitectura. Universidad de Alcalá. Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Madrid. Junta de Castilla y León, 1998.
WILLIAMSON, P., Escultura Gótica. 1140-1300, Madrid, Ediciones Cátedra, S. A., 1997.
VIOLLET-LE-DUC, M., Dictionnaire Raisonné de l´Architecture Française du XIe au XVIe Siècle par M. Viollet-le-Duc, Architecte du Gouvernement, Inspecteur-Général des Édifices Diocésains, Tome Sixième, Paris, F. de Nobele Libraire, 1967.
Doctora en Historia del Arte e Investigadora especializada en el estudio de las gárgolas.
Soy Dolores Herrero Ferrio y mi Tesis, Aproximación al estudio de las gárgolas de las catedrales góticas de Castilla y León, está dedicada al estudio de estas fascinantes figuras.
Si te gustan las gárgolas y la historia del arte, te gustará también mi libro, «La gárgola y su iconografía», un libro que he escrito con todo mi cariño para personas interesadas en conocer el mundo de las gárgolas.
He creado mi propia Enciclopedia de Gárgolas, una Gargopedia para compartirla con vosotros, donde vais a descubrir todos los secretos y maravillas de estas enigmáticas esculturas.
Espero que disfrutéis de esta Gargopedia tanto como yo he disfrutado creándola, y recordad que cada gárgola tiene una historia que contar, y aquí las descubriréis todas.