En entradas anteriores hemos visto gárgolas con representaciones de animales fabulosos o mitológicos. Criaturas y seres asombrosos y seductores que forman parte de nuestras tradiciones desde la más remota Antigüedad. Todos y cada uno de ellos posee una leyenda y una simbología, generalmente fantástica y atrayente. Sin importar su origen, el país y continente del que provengan, siempre atraen y maravillan. Forman parte de la historia y del arte.
Así que hoy vamos a hablar de estos fascinantes seres. Y, como no, del significado de estas figuras en las gárgolas. Para ello, veamos previamente algunas fuentes escritas y artísticas para situarnos.
El monstruo está vinculado a la mitología que, desde la Antigüedad, ha dejado un gran número de criaturas monstruosas que se han fijado en las diversas culturas. Aunque sean fantásticas, para los hombres que las crearon eran reales. Los mitos se originaron de forma oral y en general explicaban el porqué del mundo y del ser humano. En la época clásica eran una necesidad del hombre para comprender el sentido de la vida y de la muerte.
Como dice Ressot, “lo que resulta monstruoso para una cultura puede no serlo para otra. Cada sociedad se crea una mitología para su uso propio y nuestros monstruos más puros los encontramos en los mitos”. Son los distintas culturas y pueblos los que crean y difunden los mitos, por eso es tan importante su significado.
Para Fromm, los mitos de todas las culturas están escritos en una sola lengua, la simbólica.
En el siglo IV a. C. se forjó la imagen de la India como lugar de prodigios y maravillas con Ctesias de Cnido (s. V a. C.), que fue de los primeros en describir los animales mitológicos. En su obra habla de la mantícora, el grifo y otros seres monstruosos.
Una de las fuentes más importantes para el estudio de los animales fabulosos es la Historia Natural de Plinio (s. I). En su obra menciona seres mitológicos como los tritones y nereidas que, según Plinio, han sido contemplados por lugareños (IX, 5-9).
Autor primordial es también Isidoro de Sevilla (ss. VI-VII). En sus Etimologías describe a seres mitológicos de la Antigüedad, algunos sacados de las obras de Homero, Virgilio u Ovidio, como el centauro, el minotauro, la hydra, la quimera, el cerbero, etc. En el libro XII dedicado a los animales, habla por ejemplo del dragón, del basilisco y de la anfisbena.
Otra fuente a considerar es la Colección de hechos memorables de Solino (s. III). Él también se refiere en su obra a razas monstruosas y a seres fabulosos como la mantícora, el unicornio o el grifo.
El Lapidario de Alfonso X (Escorial, ms. h.I.15), obra sobre astrología, tuvo una gran importancia científica y nos transmite que la existencia humana, animal, vegetal y mineral está condicionada por el curso de las estrellas o los cuerpos celestes, según lo ordenado por Dios. En el manuscrito, tanto en los márgenes como en algunas iniciales, aparecen también seres mitológicos.
Una fuente fundamental para el estudio de los animales fantásticos, son los libros de viajes: la Odisea de Homero y su magnífica aportación de los fabulosos monstruos de la mitología griega (cíclope, centauro, sirena), la Argonáutica de Apolonio de Rodas, y la Eneida de Virgilio. A través de los viajes de Ulises, los Argonautas y Eneas tenemos noticia del mundo de los monstruos, vinculado a los mitos. Y por supuesto, no nos olvidemos de los viajes de los cuentos, compilados hacia el siglo IX, de Las mil y una noches, donde aparecen asimismo numerosos seres fantásticos y monstruosos.
Entre los viajeros están Jean de Mandeville, Marco Polo, Plan de Carpin, Bernhard de Breydenbach, Guillaume de Rubrouck, Odorico da Pordenone o Jourdain de Séverac, hasta llegar a Cristóbal Colón. Según Kappler, los viajeros de los siglos XVI y XVII mezclaron las observaciones propias con las tradiciones fabulosas, ya que llevaban ideas preconcebidas de fuentes anteriores. A estos viajeros les resultaba difícil situarse claramente entre el mito y la realidad, ya que ambos aspectos estaban muy unidos. No podemos hablar de distinción entre lo real y lo irreal. Hasta el siglo XV, todo es real. Además, esta distinción no les interesaba, sino que provocaba una atracción por ser una “maravilla”, es decir, algo que sorprende porque “no pertenece al curso ordinario de las cosas”. Todos los relatos están repletos de razas monstruosas y animales fabulosos. Algunos viajeros afirmaban haber sido testigos y otros relataban lo que habían recogido de leyendas o lo que les habían contado los indígenas. En cualquier caso, fueron una fuente esencial para la representación artística. No obstante, hay que señalar que, en algunos casos, encontramos representaciones que, aunque para nosotros son fantásticas, el artista trató de representarlo de forma real basándose únicamente en los textos de viajeros u otras fuentes. Es el caso del unicornio que bien podría ser el rinoceronte.
Juan León de Médicis o León el Africano, por encargo de León X, llevó a cabo en 1529 su Descripción de África y de las cosas notables que en ella se encuentran. Este viajero también habla de seres monstruosos. Dice en su libro: “Y nace un dragón, el cual tiene cabeza y alas de pájaro, cola de serpiente y patas de lobo, y piel de serpiente tachonada de colores diversos”.
Otra fuente es la enciclopedia zoológica Historia Animalium de Konrad Gessner (s. XVI), donde habla de los animales fabulosos de los clásicos (cinocéfalo, mantícora, unicornio, sátiro, esfinge).
En cuanto a las fuentes artísticas, el mundo musulmán ejerció una importante influencia en la transmisión del imaginario fabuloso. El comercio, las cruzadas y las peregrinaciones dieron lugar a relaciones que permitieron la difusión de formas y temas artísticos. Un vehículo importante fue el de los tejidos del islam que abastecían a Occidente, introduciendo motivos exóticos con decoración fantástica en la que incluían monstruos asiáticos. Otras fuentes fueron la cerámica y la orfebrería. Un buen ejemplo de esta transmisión es el de la sirena-pájaro, que ya aparecía sobre las vigas fatimitas (s. X).
La gran mayoría de los seres mitológicos son antropomorfos. La representación de animales fabulosos, híbridos humano-animal, es muy habitual. El más representado es el que posee cabeza de hombre y cuerpo de animal o viceversa. Como ya vimos cuando hablamos del antropomorfo, el origen de humanos con cabeza de animal lo tenemos por ejemplo en Egipto con Anubis, dios-chacal, Amón con cabeza de carnero, u Horus con cabeza de halcón. En el mundo grecorromano tenemos el famoso Minotauro.
En lo referente a las imágenes que adornan los textos, frente a la fuerte tradición religiosa de la Edad Media, en las ilustraciones de finales del siglo XV y principios del XVI se va viendo un cambio de mentalidad, manifestándose el pensamiento renacentista en ellas. La mitología se representa como mera decoración, perdiendo su antiguo significado. Y van apareciendo láminas de anatomía, zoología o botánica. Los seres fantásticos que aparecen en los grabados del siglo XVI generalmente tienen un carácter decorativo. Se ven en grecas o marcos, perdiendo su significado antiguo y cumpliendo la función de decorar con elementos exóticos y diferentes.
Boto Varela dice que, en las artes aplicadas a los edificios, parece ser que las representaciones de los monstruos zoomorfos más convencionales como los grifos, harpías, sirenas, centauros, dragones, etc., se entendieron como “mecanismos que aportaban prestigio social y espiritual”.
Hay dos factores determinantes para entender el significado de la representación de estas criaturas mitológicas en las gárgolas: sus funciones simbólicas y el demonio como figura predominante en ellas, sobre todo en edificios religiosos.
Como ya vimos en su momento al hablar de la simbología, las principales funciones simbólicas de las gárgolas son tres: una función intimidatoria cuyo objetivo es provocar miedo, una función protectora a modo de talismán protector, y una función ornamental.
Dentro de la amplitud de su simbolismo, al igual que los animales reales, estos animales mitológicos poseen poderes tanto positivos como negativos. Pero en el caso de las gárgolas, el significado que nos interesa es el negativo y maléfico, pasando así al segundo factor determinante que es el demonio. Este está vinculado a la serpiente y a la sexualidad como lujuria, elementos asociados a algunos animales mitológicos.
La iconografía del demonio abarca una gran variedad de representaciones en las gárgolas. Gran parte de los animales fabulosos representados simbolizan al diablo, identificándolos con el mal y con lo demoníaco, como el dragón o el grifo. Una de las representaciones más comunes del demonio es el macho cabrío, cuyo simbolismo se remonta a la Antigüedad clásica con las figuras de Pan y Sileno.
Gran parte de estos animales mitológicos posee un significado maligno. Seres como la sirena, el grifo, la harpía, el dragón, etc. son identificados en muchas ocasiones con Satán.
En la iconografía cristiana, la serpiente se vincula a la idea del mal y al demonio. Isidoro nos habla en sus Etimologías de un dato interesante al describir en su Libro XII las diversas serpientes. Habla del yáculo, serpiente voladora, y de otras serpientes de Arabia llamadas sirenas y que también están provistas de alas.
El primer animal fantástico ligado a la serpiente es el dragón, del que ya hablamos en una entrada dedicada a esta prodigiosa criatura. En la mitología griega también tenemos representaciones dragontinas: las Gorgonas; Equidna, mujer en la parte superior y serpiente en la inferior; Tifón, monstruo de cien cabezas; la Hydra de Lerna, dragón de múltiples cabezas, etc.
Uno de los significados del animal mitológico como monstruo es el de la sexualidad que, desde la Antigüedad, está vinculada a la monstruosidad, como vemos por ejemplo en la esfinge (símbolo de la lujuria). Y, por supuesto, a varios personajes mitológicos como los sátiros, centauros o sirenas. Según Brunetto Latini (s. XIII), los animales vinculados al agua, como las sirenas, son “meretrices”, seres maléficos “que habitan en el agua porque la lujuria nace de la humedad”.
Los animales mitológicos, generalmente híbridos humano-animal, son representaciones acordes con las tres funciones simbólicas de las gárgolas. Con la función intimidatoria en iglesias o catedrales y la idea de que podrían simbolizar pecadores que se han ido transformando en animales por haber caído en el pecado; con la función protectora como guardianes de edificios, figuras a modo de talismán protector; y con la ornamental como figuras que decoran los canalones de desagüe.
Estos animales fabulosos componen, por tanto, un conjunto de criaturas perfecto para la representación en las gárgolas. Por sus funciones simbólicas, la gárgola se presenta como uno de los soportes ideales donde encontrar estos seres mitológicos, no sólo por la vinculación de éstos con el demonio, la serpiente y la sexualidad, sino por tratarse de criaturas e híbridos con formas fascinantes que además ornamentan los edificios.
Dragón
Grifo
Museo de los Agustinos de Toulouse (Francia)
Harpía
Sátiro
Catedral de Blois (Francia)
Sirena
Unicornio
Makara
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Doctora en Historia del Arte e Investigadora especializada en el estudio de las gárgolas.
Soy Dolores Herrero Ferrio y mi Tesis, Aproximación al estudio de las gárgolas de las catedrales góticas de Castilla y León, está dedicada al estudio de estas fascinantes figuras.
Si te gustan las gárgolas y la historia del arte, te gustará también mi libro, «La gárgola y su iconografía», un libro que he escrito con todo mi cariño para personas interesadas en conocer el mundo de las gárgolas.
He creado mi propia Enciclopedia de Gárgolas, una Gargopedia para compartirla con vosotros, donde vais a descubrir todos los secretos y maravillas de estas enigmáticas esculturas.
Espero que disfrutéis de esta Gargopedia tanto como yo he disfrutado creándola, y recordad que cada gárgola tiene una historia que contar, y aquí las descubriréis todas.