Gargopedia

Las gárgolas de la Catedral de Luxemburgo

 

En esta entrada volvemos a Luxemburgo para admirar las gárgolas de la iglesia considerada la más importante del país, la Catedral de Notre-Dame.

Anexa a la Biblioteca Nacional, la iglesia fue construida por los jesuitas entre 1613 y 1621, y su arquitectura es una mezcla de estilos: gótico, renacentista, barroco, neogótico. En 1870 fue encumbrada a la categoría de catedral por Pío IX, y de 1935 a 1938 fue ampliada.

De su bella arquitectura destacamos las esbeltas agujas. Y es precisamente bajo la balaustrada octogonal de uno de sus tres altos y finos pináculos donde se encuentran las ocho asombrosas gárgolas metalizadas, de una iconografía sorprendente, que os vamos a mostrar.

 

Las gárgolas

En entradas anteriores hablamos de la representación de animales insólitos en las gárgolas, animales que pocas veces vemos representados y con una simbología muy interesante. Esta catedral sobresale en este aspecto, ya que en sólo ocho gárgolas podemos ver representados animales excepcionales.

La primera gárgola es un caballito de mar, animal que tratamos en su día. No obstante, recordemos que Kappler, en su investigación, nos dice que en el mundo grecorromano, este animal se consideraba genio tutelar y guía de los muertos. Animal vinculado al agua, como las sirenas que, según Brunetto Latini (filósofo del siglo XIII) son “meretrices”, seres maléficos “que habitan en el agua porque la lujuria nace de la humedad”.

 

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La siguiente es un ave de la familia de los loros. También en una de las entradas sobre los animales insólitos hablamos del loro o papagayo. Como vimos entonces, ambos están bajo el dominio de Mercurio, planeta de los mensajeros, intelectuales y escritores. En los Emblemas morales de Covarrubias (1610), el papagayo simboliza al charlatán. Sobre el loro, Aristóteles (s. IV a. C.) dice: “Del pájaro indio, el loro, se dice que tiene una lengua como los hombres. Y, cuando ha bebido vino, se hace, si cabe, más desvergonzado aún”. Otros autores hacen asimismo referencia a este animal, como San Isidoro (ss. VI-VII), Plinio el Viejo (s. I), o Eliano (ss. II-III). El Bestiario Toscano (s. XIII) lo contempla como símbolo de Cristo por ser un animal único y el ave más limpia que se puede encontrar, como Jesucristo que es único y concebido sin pecado original.

 

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Resaltamos asimismo dos gárgolas atípicas y sorprendentes. Se trata de dos insectos, uno de ellos con larga antena en la cabeza. El otro es una langosta o saltamontes. La historia nos dice que la langosta siempre ha sido imagen de devastación y muerte. En la Biblia aparece entre las plagas malditas. Para la simbología cristiana es emblema de los demonios destructores, identificándola también con los herejes. En el Antiguo Testamento se utiliza como símbolo de pequeñez. Ante Dios, el hombre es pequeño como una langosta: “Él está sentado sobre el orbe terrestre, cuyos habitantes son como saltamontes” (Is. 40, 22). En el Apocalipsis se narra el ataque de las langostas a los hombres que no llevan el sello de Dios, con poder para atormentarlos durante cinco meses pero no para matarlos (Ap. 9, 4), por lo que estos animalitos podrían representar los tormentos espirituales provocados por los demonios. Durante la Edad Media, este pequeño animal fue una de las demostraciones del mal, y se le expulsaba por ello a través de conjuros.

 

 

Otro de los animales representados es un camaleón. Se dice que este curioso reptil está bajo el influjo de Mercurio. Alciato (s. XVI), en su Emblema 53, lo convierte en símbolo del adulador por su cambio de color según las circunstancias. Plinio dice que es el único animal que se nutre del aire, que no come ni bebe. Esta extraña creencia también aparece en algunos bestiarios (Bestiarios catalanes, Bestiario Toscano). Por ello, los artistas lo eligieron como representación del elemento aire personificado. Por no caminar sobre patas como los animales terrestres perfectos, el Levítico lo considera animal impuro (Lv. 11, 30).

 

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El último animal inusual del conjunto es un pez con aletas que semejan alas. Aunque estas alas lo vinculan al pez volador, del que ya habló Eliano, la apariencia se acerca más al pez abisal o demonio, conocido también como diablo negro, de aspecto monstruoso.

 

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La penúltima gárgola es la figura de un perro, animal recurrente en las gárgolas como ya sabemos. Aunque en su aspecto positivo es imagen de protección y fidelidad, en este caso se muestra agresivo, con grandes colmillos, lengua saliente y mostrando los genitales, una imagen más acorde con la simbología negativa del perro (demonio, lujuria, etc.).

 

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Finalmente tenemos un peculiar demonio de aspecto aterrador, con triple barbilla puntiaguda, cuerno frontal, grandes orejas, cuencas de aire fantasmal y cola que asoma.

 

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Un demonio y un bestiario extraordinario componen este fantástico conjunto de gárgolas. La magnífica talla y la originalidad de su iconografía hacen de estas gárgolas un ejemplo de belleza y fascinación en el arte.

 

 

Bibliografía consultada

CHARBONNEAU-LASSAY, L., El bestiario de Cristo. El simbolismo animal en la Antigüedad y la Edad Media, vols. I y II, Palma de Mallorca, José J. de Olañeta, Editor, 1997.

KAPPLER, C., Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media, Madrid, Ediciones Akal, S. A., 1986.

MARIÑO FERRO, X. R., El simbolismo animal. Creencias y significados en la cultura occidental, Madrid, Ediciones Encuentro, 1996.

 

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