Gargopedia

El antropomorfo en las gárgolas: Parte I

 

Una de las tipologías más relevantes y habituales en las gárgolas es el antropomorfo.

Se trata de animales con características que se asemejan al hombre. Son semihumanos que, o bien poseen rasgos físicos humanos, o bien llevan algo que los identifica con hombres y mujeres, como la indumentaria. En esta entrada, empezaremos por el principio, es decir, por su origen y algunas fuentes destacadas.

El antropomorfo más representado es el que posee cabeza de hombre y cuerpo de animal o viceversa. El origen de humanos con cabeza de animal lo tenemos en Egipto con Anubis, dios-chacal; Amón, con cabeza de carnero; u Horus con cabeza de halcón. Dentro de la iconografía del mundo mesopotámico y persa, están las tallas aqueménidas y los azulejos de Susa y Persépolis donde aparece el lamassu (toro con alas y cabeza humana).

En el mundo grecorromano tenemos el famoso Minotauro. Y por supuesto, en la iconografía cristiana no podemos olvidarnos de algunas representaciones de los cuatro evangelistas, o de otros santos como San Cristóbal que aparece con cabeza de perro en un códice del siglo XII y en otros iconos posteriores.

El monstruo está vinculado a la mitología que, desde la Antigüedad, ha dejado un legado de criaturas monstruosas que se han afianzado en las diversas culturas, permaneciendo en la mentalidad de todos. Aquí incluimos al antropomorfo, con personajes mitológicos tan conocidos como la sirena, el centauro, el minotauro, etc.

La imagen que Occidente tuvo de la India fue por los griegos. Las primeras noticias proceden de la Historia de Herodoto (s. V a. C.). En el siglo IV a. C. se forjó la imagen de la India como lugar de prodigios y maravillas con Ctesias de Cnido, que fue de los primeros en describir los animales fabulosos. En su obra habla de la mantícora, los pigmeos, los cinocéfalos, el grifo, y otros seres monstruosos. Ctesias asegura que escribe lo que ha visto y lo que ha aprendido de testigos oculares. Posteriormente, se ampliará el conocimiento e interés por la India con las campañas de Alejandro Magno en 326 a. C.

Julius Obsequens (unos le sitúan en el siglo II y otros en el IV-V) nos dejó su Liber Prodigiorum, que recogió Licóstenes, erudito del siglo XVI. La obra aporta un amplio catálogo de hechos prodigiosos y nacimientos monstruosos que ocurrieron en distintos lugares: niño con cabeza de elefante, etc.

Otra fuente escrita, fundamental para el estudio de los antropomorfos, son los libros de viajes: la Odisea de Homero y su magnífica aportación de los fabulosos monstruos de la mitología griega (cíclope, centauro, sirena), la Argonautica de Apolonio de Rodas, y la Eneida de Virgilio. A través de los viajes de Ulises, los Argonautas y Eneas, tenemos noticia del mundo de los monstruos, vinculado a los mitos.

Pausanias, viajero y geógrafo del siglo II, en su Descripción de Grecia, describe a los sátiros, habitantes de las islas Satíridas, como seres de color rojo, cola tan larga como la de los caballos y violadores de mujeres con un apetito sexual monstruoso; algunas características del sátiro pasarán a la iconografía demoníaca.

Dentro de las fuentes escritas de contenido hagiográfico, tenemos la compilación de historias de santos de Santiago de la Vorágine, la Leyenda dorada (s. XIII). Esta obra es también fuente para la iconografía de antropomorfos. Un ejemplo es el nacimiento que narra sobre un monstruo mitad hombre y mitad perro, ocurrido en el siglo XII en España (t. II, p. 469). También relata el caso de una cerda que parió un puerco con rostro humano en Lieja (t. II, p. 469).

En el siglo XV tenemos el Ymago Mundi (1410) de Pierre de Ailly, y a Hartmann Schedel con su Crónica del mundo (1493). Schedel narra el nacimiento de un monstruo con dos cuerpos, por delante con rostro humano y por detrás de perro.

Una de las fuentes fundamentales para la investigación sobre el antropomorfo es la obra de Ambroise Paré, médico autodidacta del Renacimiento e interesado por el misterio de los seres monstruosos. En la introducción de su libro Monstruos y prodigios, editado en 1575 y que provocó la indignación de la Facultad de Medicina, Malaxecheverría dice: “…pues creo, con Debidour, que Dios dio a Adán ―y a Paré― todos los monstruos irreales, puesto que le dio el poder de imaginarlos”. En su obra podemos ver un potro con cabeza humana, un niño con rostro de rana, otro niño con cuerpo de perro, o un hombre con cuartos traseros de cerdo. También hace mención a fuentes antiguas que hablan de sirenas y tritones, o de un monstruo marino con cabeza de fraile.

Os hemos expuesto sólo una pequeña selección de fuentes sobre el antropomorfo ya que, como os podéis imaginar, son innumerables.

Antes de acabar, nos gustaría resaltar que la mitología clásica, de la que proceden tantos antropomorfos, estuvo influenciada por Oriente. Un ejemplo lo tenemos en la Teogonía y en los Trabajos y días de Hesíodo, obras que, según Pérez Jiménez, mantienen un paralelismo con textos orientales. Algunos antropomorfos también aparecen en manuscritos árabes, como en la Cosmografía de Kazwini (el Plinio árabe del siglo XIII), donde alguno tiene una sorprendente semejanza con modelos occidentales, como el cinocéfalo, semejante también a Anubis en Egipto.

En todas nuestras entradas hablamos directa o indirectamente sobre la unión entre el Arte y la Historia, pero esta entrada queremos finalizarla destacando la fascinante y significativa unión entre Oriente y Occidente. A lo largo de los siglos hemos estado vinculados, y nuestra historia está repleta de influencias recíprocas de una riqueza excepcional en todas las artes y disciplinas. Un vínculo y una influencia que siempre ha estado presente y siempre estará. Nuestras gárgolas y su fantástica iconografía con sus monstruos y antropomorfos nos evocan a nuestra mitología, al gótico, a los castillos y caballeros medievales, etc., pero también podrían trasladarnos al maravilloso mundo de Las mil y una noches.

 

Gárgolas de antropomorfos

 

gargolas

Catedral de Palma de Mallorca

 

 

Bibliografía consultada

CTÉSIAS, Histoires de l´Orient, traduit et commenté par J. Auberger, preface de C. Malamoud, Paris, Société d´édition Les Belles Lettres, 1991.

DE LA VORÁGINE, S., La leyenda dorada, I y II, Madrid, Alianza Editorial, S. A., 1982.

HESÍODO, Teogonía. Trabajos y días, introducción, traducción y notas de A. Pérez Jiménez, Barcelona, Editorial Bruguera, S. A., 1981.

KAPPLER, C., Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media, Madrid, Ediciones Akal, S. A., 1986.

LINK, L., El Diablo. Una máscara sin rostro, Madrid, Editorial Síntesis, S. A., 2002.

OBSECUENTE, J., Libro de los Prodigios (restituido a su integridad, en beneficio de la Historia, por Conrado Licóstenes), introducción, traducción y notas de A. Moure Casas, Madrid, Ediciones Clásicas, S. A (Colección de Autores Latinos, dtor.: J. J. Caerols Pérez), 1990.

PARÉ, A., Monstruos y prodigios, introducción, traducción y notas de I. Malaxecheverría, Madrid, Ediciones Siruela, S. A., 2000.

RESSOT, J. P., Apología de lo monstruoso. Una lectura de la obra de Ramón J. Sender, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragonses (Diputación de Huesca), 2003.

WITTKOWER, R., La alegoría y la migración de los símbolos, Madrid, Ediciones Siruela, S. A. Biblioteca de Ensayo 53 (Serie Mayor, dtor.: I. Gómez de Liaño), 2006.

 

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